viernes, 7 de febrero de 2020

¿POR QUÉ LA GENTE CREE EN FALSAS NOTICIAS CIENTÍFICAS?


  Es alarmante el grado de desinformación que existe en los medios a día de hoy. Incontables son las noticias relacionadas con ciencias o salud, que, lejos de aportar algo de valor, solo desinforman y esparcen un sinfín de creencias erróneas en la población, la cual ya de por sí está infectada con esta pandemia desinformativa. Obviamente la desinformación y la falsedad no son inherentes solo a las ciencias o a la salud, sino que están presentes yo diría que en todos los aspectos de nuestra vida, por lo que hay que saber reconocer este mal y lidiar con él, porque de lo contrario, por citar un ejemplo, la desinformación, las falsas curas o tratamientos en el campo de la salud, que mucha gente sigue aceptando como reales, al punto de que rechazan categóricamente métodos al menos comprobables y eficaces, lleva irremediablemente a la muerte. Si defender la vida no es razón suficiente para estar alertas frente a este tipo de daño, entonces nada lo es.

  Pero la desinformación persiste, y las llamadas fake news son algo cotidiano en cualquier medio de comunicación, a veces sin importar que tan prestigioso sea el medio en cuestión, cualquiera es propenso a difundir fake news.

  Con solo abrir Google por ejemplo, y realizar una simple búsqueda, resulta evidente una total desconexión entre el consenso científico y los “pseudocientíficos” particulares que, lamentablemente, con métodos engañosos bien enmascarados como nobles, someten a la opinión popular a sus designios, ocupando en muchos casos los primeros lugares en cuanto a consultas o debates, a veces incluso sobre absurdas teorías o reflexiones completamente carentes de objetividad.

  Si bien no culpo del todo a la población en general por aceptar estos fraudes, si considero que tienen parte de la responsabilidad, pues cada cual ha de procurar siempre tener un poco de sentido común, investigar, buscar la verdad, y no simplemente dejarse llevar por cantos de sirena aparentemente verídicos, o porque concuerdan con determinada creencia personal que se tenga, aunque esta no sea cierta en realidad. 


  E inexorablemente hay que preguntarse: ¿qué causa que tanta gente crea cualquier noticia falsa? ¿es en verdad tan ignorante la población en general al punto de aceptar como cierto cualquier embuste de un pseudocientífico? ¿por qué resulta más fácil creerle a los pseudocientíficos fraudulentos que a la ciencia verdadera?
La respuesta a estas y a otras interrogantes podría resultar algo compleja, y su explicación es extensa, algo que no es mi intención en este artículo. En cambio, prefiero analizarlo a un nivel general, como un primer acercamiento a este tema, que seguramente seguiré abordando en el futuro. Hay que decir entonces que la respuesta a las interrogantes anteriormente formuladas es multifactorial, ya que obviamente existen muchas razones de índole personal, grupal o social que no pueden ser analizadas detalladamente de una sola vez. Pero hay muy buena información que arroja luz al respecto, para que podamos comprender este fenómeno. Así que vayamos por partes:

Factores personales o individuales:


  A nivel personal o individual, existes dos causas principales para que esté tan arraigada la desinformación en la población general: por un lado una inhabilidad de reconocer la información falsa o dudosa, y por el otro la falta de deseo o motivación para reconocer dicha información dudosa.

Respecto a la inhabilidad, esto significa que, tanto la limitada habilidad para comprender y evaluar modos y bases en los medios, como el limitado conocimiento científico son parte del problema. Y he de aclarar, es obvio que el ciudadano común no tiene por qué tener determinados conocimientos científicos, para eso están los medios, para informar y transmitir conocimientos, y en un mundo ideal, deberían ser la fuente para que ese ciudadano adquiera el conocimiento científico que le permita comprender el mundo que lo rodea. Como no vivimos en un mundo ideal, y el ser humano es un animal que debe adaptarse al medio en que vive, transformándolo mediante el trabajo y su capacidad, hay que también adaptarse a tratar de buscar siempre las fuentes, las bases, investigar, profundizar, desarrollar nuestro pensamiento crítico, a sabiendas de que no podemos confiarle a los medios toda la responsabilidad de educarnos, ya que estos están muy “contaminados” con el germen de la desinformación y la malicia.

  Es muy común el encontrar supuestos “estudios” científicos, demostrando tal o más cual cosa, por increíble o descabellada que esta sea, y muchas personas, al ver que se trata de un “estudio” científico, le otorgan credibilidad (“si lo dice un estudio científico, ha de ser verdad, por ende, es verdad”). Pero honestamente, si bien es posible que gran parte de la población general conozca el concepto de probabilidad, son muchos menos los que pueden describir un experimento correctamente, y muchísimos menos los que conocen como se hace un adecuado (y real) estudio científico.
Debido a ello, la capacidad de la población para distinguir ciencia verdadera de pseudociencia es muy baja. Basta solo con mencionar que la Astrología (posiblemente la pseudociencia más extendida junto a la Homeopatía) sigue siendo considerada una ciencia por un alto porcentaje de personas (quizás no tan alto como hace unas décadas, pero aún alto). Resulta difícil y hasta vergonzoso reconocer que tantas personas en el mundo de hecho creen que la posición de estrellas situadas a miles de años luz de distancia (que ni siquiera es su posición real, sino nuestra percepción de ellas) tengan algún efecto en nuestras personalidades.

Con respecto a la motivación, o la falta de motivación, no se trata solo de vagancia o de poco tiempo y/o acceso a la información, también hay que tener en cuenta que una persona o audiencia determinada suele interpretar los hechos de diferente manera, ya sea por conveniencia, o por si se adecuan a sus ideas o creencias, o por afiliación, digamos, los que simpatizan con las ideas y preceptos de un “bando” X, odian y rechazan las ideas o preceptos de un bando rival Y y viceversa, y cada uno de ellos acusa al otro de ser falso.

  Cuando alguien lee sobre un hecho que no se corresponde con su punto de vista, se crea una “disonancia cognitiva”, lo que contribuye a establecer una especie de negación o ceguera hacia el consenso científico (aquí es donde suelen aparecer teorías conspiratorias o similares). La manera en que cada cual adquiere el conocimiento influye en la percepción e información de la persona. De esta forma, aquellos que confían más en la intuición para afirmar o negar determinados hechos que en la investigación consecuente y objetiva, son los que, cuyas habilidades de razonamiento los conducen invariablemente a apoyar teorías conspirativas.

Factores sociales o de grupo:


  Mientras que los factores individuales ayudan a explicar por qué la gente continúa siendo víctima de la desinformación y las falsas creencias, es imprescindible tener en cuenta los factores sociales para poder comprender la complejidad de este fenómeno.

La evidencia científica no es un proceso lineal ni rápido, que dé respuestas inmediatas y categóricas sobre todos los fenómenos del universo; cada uno de estos es sometido a riguroso y constante estudio, y es a partir de los resultados de este estudio, que se van encontrando las respuestas. Además, si hace treinta años teníamos una respuesta para determinado fenómeno, y en la actualidad se encuentra evidencia que conduce a una respuesta diferente, la ciencia no tiene problemas en cambiar su respuesta, ya que la finalidad del método científico no es convencer a la población de alguna idea a toda costa respondiendo a ciertos intereses sociales, económicos o políticos; sino la constante búsqueda de la verdad y la realidad. No niego que haya muchos científicos más cercanos a la ciencia-ficción que a la ciencia en sí, y que parezcan totalmente alejados de la realidad, sobre todo científicos en el campo de la astronomía, pero no son para nada mayoría, ni están avalados por los métodos científicos convencionales y más fidedignos.

  Existen innumerables publicaciones científicas fidedignas que cualquier persona puede consultar y que ofrecen un vastísimo espectro de información comprobada, constatada y real que nos es muy útil para nuestro caudal personal de conocimiento, pero claro, es más fácil para muchos seguirle el juego a esas otras fuentes que con bonitas y seductoras palabras alejadas de los “complejos e ininteligibles” tecnicismos de la ciencia convencional, aprovechan para persuadir a sus víctimas de aceptar esas otras “teorías alternativas” que “la ciencia no quiere que sepas”. Y muy importante, no olvidemos nunca que el principal objetivo de todas estas fuentes desinformadoras es el económico, hay que vender, vender a costa del desconocimiento de los demás, y para vender, hay que presentar a la ciencia como el malvado de la película y en quien no se puede confiar, ya que todo es parte de una conspiración global que busca esclavizar a la humanidad. Si, es totalmente irrisorio, pero así es como funciona, y lamentablemente las personas siguen siendo las víctimas.

  Hoy en día, en que en promedio se lee mucho menos que antes, quizás debido a una sociedad tan convulsa y en constante desarrollo, las redes sociales han adquirido el protagonismo entre los medios masivos de difusión en todo el mundo, ya sea por su alcance, su rapidez o su facilidad de uso. El flujo constante de información de toda índole, incluso la más descabellada, sin dudas puede llegar a afectar la percepción de una persona sobre la información. Las redes sociales más homogéneas, que son a la vez las más populares, son también las más propensas a ser vehículos de desinformación, y abundan en ellas el riesgo de que falsas creencias sean aceptadas y entronizadas ya que el flujo de información es más visible (y socialmente premiada cuando se comparte de usuario en usuario), y si a ello le sumamos los aspectos que hemos visto hasta ahora, tenemos el fenómeno global de la desinformación.
La propia estructura de las redes sociales y medios afines es en sí misma la causa de que tanta desinformación sea esparcida a cada segundo, puesto que, por ejemplo, algunas creencias falsas pueden ser y de hecho son percibidas por las personas como más prevalecientes en la red de lo que son en realidad, y para un receptor con poca habilidad para reconocer ciencia de pseudociencia, lo verdadero de lo falso (que muchas veces puede parecer más verdadero que lo propiamente verídico, pero no por eso deja de ser falso), estas creencias irreales son asumidas como hechos. Y si analizamos a profundidad, vemos que los grandes conglomerados de medios políticos o comerciales conocen este fenómeno y están inevitablemente motivados a presentar su información o propaganda de esa manera y diseminarla entre el público.


  Como las causas de la proliferación de la desinformación son complejas, las soluciones son igualmente complejas y necesitan ser implementadas en diferentes niveles de análisis. Se debe promover la lectura, el espíritu investigativo, hay que llevarle los hechos a la gente, para impedir que se llegue irremediablemente a la desinformación sin hechos. Pero hay que presentarle los hechos a la gente de una manera en que sean fácilmente comprensibles, no hace falta llenar de tecnicismos algo que sea una verdad, al contrario, facilitar su entendimiento por el mayor número de personas es lo más indicado. Y no se trata de presentar un hecho y explicarlo y ya, se ha de promover siempre el pensamiento crítico de las personas, que cada cual pueda llegar a conclusiones propias a partir de las evidencias que la ciencia descubre. Es imprescindible promover una cultura que le dé el merecido valor a pensamiento crítico, que se ha de enseñar en las escuelas desde edades tempranas, como parte de la formación educativa, moral y social de cada niño o adolescente.

  La desinformación y la pseudociencia no son positivas para nada, máxime en nuestra sociedad desarrollada donde cualquier cosa puede tener grandes consecuencias.  La línea entre la ciencia y la pseudociencia puede ser en ocasiones difícil de distinguir, pero no es difícil educar y advertir en contra de todo aquello que pretende aprovecharse de nuestras deficiencias y limitaciones. El ser humano como especie, ha de aprender, como siempre lo ha hecho, a superar los obstáculos que atenten contra su desarrollo, y la batalla contra la desinformación no es la excepción. La verdadera ciencia es el arma más poderosa, y el conocimiento el más valioso tesoro.


3 comentarios:

  1. Visita mi blog educativo y de divulgación principal Josher:

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  2. Es excelente el análisis que hiciste. Muy interesante. Seguiré leyéndolo en estos días. Te invito también a mi blog, es otro estilo, pero quizás te guste.
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    1. Gracias por tu comentario. Ya me paso por tu blog, saludos.

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