Es
alarmante el grado de desinformación que existe en los medios a día de hoy.
Incontables son las noticias relacionadas con ciencias o salud, que, lejos de
aportar algo de valor, solo desinforman y esparcen un sinfín de creencias
erróneas en la población, la cual ya de por sí está infectada con esta pandemia
desinformativa. Obviamente la desinformación y la falsedad no son inherentes
solo a las ciencias o a la salud, sino que están presentes yo diría que en
todos los aspectos de nuestra vida, por lo que hay que saber reconocer este mal y lidiar con él, porque de lo
contrario, por citar un ejemplo, la desinformación, las falsas curas o
tratamientos en el campo de la salud, que mucha gente sigue aceptando como
reales, al punto de que rechazan categóricamente métodos al menos comprobables
y eficaces, lleva irremediablemente a la muerte. Si defender la vida no es
razón suficiente para estar alertas frente a este tipo de daño, entonces nada
lo es.
Pero la desinformación persiste, y las
llamadas fake news son algo cotidiano
en cualquier medio de comunicación, a veces sin importar que tan prestigioso
sea el medio en cuestión, cualquiera es propenso a difundir fake news.
Con solo abrir Google por ejemplo, y realizar
una simple búsqueda, resulta evidente una total desconexión entre el consenso
científico y los “pseudocientíficos” particulares que, lamentablemente, con
métodos engañosos bien enmascarados como nobles, someten a la opinión popular a
sus designios, ocupando en muchos casos los primeros lugares en cuanto a
consultas o debates, a veces incluso sobre absurdas teorías o reflexiones
completamente carentes de objetividad.
Si bien no culpo del todo a la población en
general por aceptar estos fraudes, si considero que tienen parte de la
responsabilidad, pues cada cual ha de
procurar siempre tener un poco de sentido común, investigar, buscar la
verdad, y no simplemente dejarse llevar por cantos de sirena aparentemente
verídicos, o porque concuerdan con determinada creencia personal que se tenga,
aunque esta no sea cierta en realidad.
E inexorablemente hay que preguntarse: ¿qué causa que tanta gente crea cualquier
noticia falsa? ¿es en verdad tan ignorante la población en general al punto de
aceptar como cierto cualquier embuste de un pseudocientífico? ¿por qué resulta
más fácil creerle a los pseudocientíficos fraudulentos que a la ciencia
verdadera?
La
respuesta a estas y a otras interrogantes podría resultar algo compleja, y su
explicación es extensa, algo que no es mi intención en este artículo. En
cambio, prefiero analizarlo a un nivel general, como un primer acercamiento a
este tema, que seguramente seguiré abordando en el futuro. Hay que decir
entonces que la respuesta a las interrogantes anteriormente formuladas es multifactorial, ya que obviamente
existen muchas razones de índole personal, grupal o social que no pueden ser analizadas
detalladamente de una sola vez. Pero hay muy buena información que arroja luz
al respecto, para que podamos comprender este fenómeno. Así que vayamos por
partes:
Factores personales o individuales:
A nivel personal o individual, existes dos causas
principales para que esté tan arraigada la desinformación en la población
general: por un lado una inhabilidad de
reconocer la información falsa o dudosa, y por el otro la falta de deseo o motivación para
reconocer dicha información dudosa.
Respecto
a la inhabilidad, esto significa que, tanto la limitada habilidad para
comprender y evaluar modos y bases en los medios, como el limitado conocimiento
científico son parte del problema. Y he de aclarar, es obvio que el ciudadano
común no tiene por qué tener determinados conocimientos científicos, para eso
están los medios, para informar y transmitir conocimientos, y en un mundo
ideal, deberían ser la fuente para que ese ciudadano adquiera el conocimiento
científico que le permita comprender el mundo que lo rodea. Como no vivimos en
un mundo ideal, y el ser humano es un animal que debe adaptarse al medio en que
vive, transformándolo mediante el trabajo y su capacidad, hay que también
adaptarse a tratar de buscar siempre las fuentes, las bases, investigar, profundizar,
desarrollar nuestro pensamiento crítico, a sabiendas de que no podemos confiarle a los medios toda la
responsabilidad de educarnos, ya que estos están muy “contaminados” con el
germen de la desinformación y la malicia.
Es muy común el encontrar supuestos
“estudios” científicos, demostrando tal o más cual cosa, por increíble o
descabellada que esta sea, y muchas personas, al ver que se trata de un
“estudio” científico, le otorgan credibilidad (“si lo dice un estudio científico, ha de ser verdad, por ende, es verdad”).
Pero honestamente, si bien es posible que gran parte de la población general
conozca el concepto de probabilidad, son muchos menos los que pueden describir
un experimento correctamente, y muchísimos menos los que conocen como se hace
un adecuado (y real) estudio científico.
Debido
a ello, la capacidad de la población
para distinguir ciencia verdadera de pseudociencia es muy baja. Basta solo
con mencionar que la Astrología (posiblemente la pseudociencia más extendida
junto a la Homeopatía) sigue siendo considerada una ciencia por un alto
porcentaje de personas (quizás no tan alto como hace unas décadas, pero aún
alto). Resulta difícil y hasta vergonzoso reconocer que tantas personas en el
mundo de hecho creen que la posición de estrellas situadas a miles de años luz
de distancia (que ni siquiera es su posición real, sino nuestra percepción de
ellas) tengan algún efecto en nuestras personalidades.
Con
respecto a la motivación, o la falta de motivación, no se trata solo de vagancia
o de poco tiempo y/o acceso a la información, también hay que tener en cuenta
que una persona o audiencia determinada
suele interpretar los hechos de diferente manera, ya sea por conveniencia,
o por si se adecuan a sus ideas o creencias, o por afiliación, digamos, los que
simpatizan con las ideas y preceptos de un “bando” X, odian y rechazan las
ideas o preceptos de un bando rival Y y viceversa, y cada uno de ellos acusa al
otro de ser falso.
Cuando alguien lee sobre un hecho que no se
corresponde con su punto de vista, se crea una “disonancia cognitiva”, lo que
contribuye a establecer una especie de negación o ceguera hacia el consenso
científico (aquí es donde suelen aparecer teorías conspiratorias o similares). La manera en que cada cual adquiere el
conocimiento influye en la percepción e información de la persona. De esta
forma, aquellos que confían más en la intuición para afirmar o negar
determinados hechos que en la investigación consecuente y objetiva, son los
que, cuyas habilidades de razonamiento los conducen invariablemente a apoyar
teorías conspirativas.
Factores sociales o de grupo:
Mientras que los factores individuales ayudan
a explicar por qué la gente continúa siendo víctima de la desinformación y las
falsas creencias, es imprescindible tener en cuenta los factores sociales para
poder comprender la complejidad de este fenómeno.
La evidencia
científica no es un proceso lineal ni rápido, que dé respuestas inmediatas y
categóricas sobre todos los fenómenos del universo; cada uno de estos es
sometido a riguroso y constante estudio, y es a partir de los resultados de
este estudio, que se van encontrando las respuestas. Además, si hace treinta
años teníamos una respuesta para determinado fenómeno, y en la actualidad se
encuentra evidencia que conduce a una respuesta diferente, la ciencia no tiene
problemas en cambiar su respuesta, ya que la
finalidad del método científico no es convencer a la población de alguna idea a
toda costa respondiendo a ciertos intereses sociales, económicos o
políticos; sino la constante búsqueda de la verdad y la realidad. No niego que haya
muchos científicos más cercanos a la ciencia-ficción que a la ciencia en sí, y
que parezcan totalmente alejados de la realidad, sobre todo científicos en el
campo de la astronomía, pero no son para nada mayoría, ni están avalados por
los métodos científicos convencionales y más fidedignos.
Existen
innumerables publicaciones científicas fidedignas que cualquier persona puede
consultar y que ofrecen un vastísimo espectro de información comprobada,
constatada y real que nos es muy útil para nuestro caudal personal de
conocimiento, pero claro, es más fácil para muchos seguirle el juego a esas
otras fuentes que con bonitas y seductoras palabras alejadas de los “complejos
e ininteligibles” tecnicismos de la ciencia convencional, aprovechan para
persuadir a sus víctimas de aceptar esas otras “teorías alternativas” que “la
ciencia no quiere que sepas”. Y muy importante, no olvidemos nunca que el
principal objetivo de todas estas fuentes desinformadoras es el económico, hay
que vender, vender a costa del desconocimiento de los demás, y para vender, hay
que presentar a la ciencia como el malvado de la película y en quien no se
puede confiar, ya que todo es parte de una conspiración global que busca
esclavizar a la humanidad. Si, es totalmente irrisorio, pero así es como
funciona, y lamentablemente las personas siguen siendo las víctimas.
Hoy en día, en que en promedio se lee mucho
menos que antes, quizás debido a una sociedad tan convulsa y en constante
desarrollo, las redes sociales han adquirido el protagonismo entre los medios
masivos de difusión en todo el mundo, ya sea por su alcance, su rapidez o su
facilidad de uso. El flujo constante de información de toda índole, incluso la
más descabellada, sin dudas puede llegar a afectar la percepción de una persona
sobre la información. Las redes sociales
más homogéneas, que son a la vez las más populares, son también las más
propensas a ser vehículos de desinformación, y abundan en ellas el riesgo
de que falsas creencias sean aceptadas y entronizadas ya que el flujo de
información es más visible (y socialmente premiada cuando se comparte de
usuario en usuario), y si a ello le sumamos los aspectos que hemos visto hasta
ahora, tenemos el fenómeno global de la desinformación.
La propia
estructura de las redes sociales y medios afines es en sí misma la causa de que
tanta desinformación sea esparcida a cada segundo, puesto que, por
ejemplo, algunas creencias falsas pueden ser y de hecho son percibidas por las
personas como más prevalecientes en la red de lo que son en realidad, y para un
receptor con poca habilidad para reconocer ciencia de pseudociencia, lo
verdadero de lo falso (que muchas veces puede parecer más verdadero que lo
propiamente verídico, pero no por eso deja de ser falso), estas creencias
irreales son asumidas como hechos. Y si analizamos a profundidad, vemos que los
grandes conglomerados de medios políticos o comerciales conocen este fenómeno y
están inevitablemente motivados a presentar su información o propaganda de esa
manera y diseminarla entre el público.
Como las causas de la proliferación de la
desinformación son complejas, las soluciones son igualmente complejas y
necesitan ser implementadas en diferentes niveles de análisis. Se debe promover la lectura, el
espíritu investigativo, hay que llevarle los hechos a la gente, para impedir
que se llegue irremediablemente a la desinformación sin hechos. Pero hay que
presentarle los hechos a la gente de una manera en que sean fácilmente
comprensibles, no hace falta llenar de tecnicismos algo que sea una verdad, al
contrario, facilitar su entendimiento por el mayor número de personas es lo más
indicado. Y no se trata de presentar un hecho y explicarlo y ya, se ha de promover siempre el pensamiento
crítico de las personas, que cada cual pueda llegar a conclusiones propias
a partir de las evidencias que la ciencia descubre. Es imprescindible promover una cultura que le dé el merecido valor a
pensamiento crítico, que se ha de enseñar en las escuelas desde edades
tempranas, como parte de la formación educativa, moral y social de cada niño o
adolescente.
La
desinformación y la pseudociencia no son positivas para nada, máxime en
nuestra sociedad desarrollada donde cualquier cosa puede tener grandes
consecuencias. La línea entre la ciencia
y la pseudociencia puede ser en ocasiones difícil de distinguir, pero no es
difícil educar y advertir en contra de todo aquello que pretende aprovecharse
de nuestras deficiencias y limitaciones. El ser humano como especie, ha de
aprender, como siempre lo ha hecho, a superar los obstáculos que atenten contra
su desarrollo, y la batalla contra la desinformación no es la excepción. La
verdadera ciencia es el arma más poderosa, y el conocimiento el más valioso tesoro.
Visita mi blog educativo y de divulgación principal Josher:
ResponderBorrarhttps://blogjosher.blogspot.com/
Es excelente el análisis que hiciste. Muy interesante. Seguiré leyéndolo en estos días. Te invito también a mi blog, es otro estilo, pero quizás te guste.
ResponderBorrarhttp://desdelomasobscuro.blogspot.com
Gracias por tu comentario. Ya me paso por tu blog, saludos.
Borrar